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El azur del oro (1967) |
En "El azur del oro" se dan todos los elementos que caracterizaron la etapa más vanguardista y surrealista de Miró. El uso del color, que configura y llena de luz su particular mundo, y en el que se dan cita aquellos elementos que siempre formaron parte de su peculiar iconografía: la mujer, el hombre, las estrellas, el sol, la luna, el vuelo de un pájaro que atraviesa de derecha a izquierda la pintura… Siempre reducidos a signos, pero siempre reconocibles, símbolos universales que habitan en un espacio interestelar, etéreo, cósmico, creado por la propia profundidad que genera la disposición de los colores. Así, sobre un fondo amarillo, dispuesto casi como un pan de oro medieval, dispone, apenas esbozados, los trazos negros de las figuras, el azur (¿del sol?) y dos toques de verde y rojo que resplandecen como dos piedras preciosas.
Se ha hablado siempre de la vocación poética de la pintura de Miró, bien podríamos decir que es un poeta que escribe pinturas o un pintor que pinta poemas, pinturas-poema no para ser leídas, sino para ser contempladas.
Poesía-pintura, en el que los signos serían versos y las rimas los colores, dejando que sea la lectura de todos los elementos la que permita a cada cual interpretar la obra en su conjunto, dejando muchas veces el significado en meras sensaciones de colores.
Fortuitamente me he encontrado este verso en Internet…
"El oro se dispersa
y el hombre sin manos
atrapa el vasto azul con su cola
¿Has acaso visto alguna vez semejante
azulación del oro?
Entre tanto oro
el hombre de la larga cola
se emborracha de azur"
Miró jugó, casi mejor que nadie, con la Sinestesia. Podríamos decir que la sinestesia, del griego συν, 'junto', y αἰσθησία, 'sensación', es, en retórica, estilística y en neurología, la mezcla de varios sentidos. Un sinestésico puede, oír colores, ver sonidos, y percibir correspondencias entre tonos de color, y tonos de sonidos.
Miró nunca dejará de jugar con esta idea.
En realidad el sentido lúdico estuvo siempre muy presente en su carrera, el mismo título de este cuadro "El azur del oro", no deja de ser un juego, poético, de palabras entre la idea y la representación que hace del sol y del cielo, un juego de palabras y de colores.
Un juego traducido a un lenguaje que poco a poco fue simplificando más y más, pero siempre espontáneo, casi ingenuo. Un juego que fue en su simpleza universal, y en su abstracción bello.
He encontrado también un texto de Octavio Paz que resume muy bien muchas cosas…
“Desde el Renacimiento, la historia del arte fue la de un aprendizaje: había que dominar las reglas de la perspectiva y la composición. Pero al despuntar el siglo XX esos cuadros perfectos comenzaron a aburrir a los hombres. El arte moderno ha sido un desaprendizaje: un desaprender las recetas, los trucos y las mañas para recobrar la frescura de la mirada primigenia.
Uno de los momentos más altos de ese proceso de desaprendizaje ha sido la obra de Miró. El artista, quizá, es un mago, no un prestidigitador. Pero el núcleo central de la obra de Miró seguirá asombrando por su fantasía, su descaro, su frescura y su humor. Wordswoth decía que el niño es el padre del hombre. El arte de Miró confirma esta idea. Debo añadir que Miró pintó como un niño de 5.000 años de edad. Prehistoria, Un arte como el suyo es el fruto de muchos siglos de civilización, y aparece cuando los hombres, cansados de dar vueltas y vueltas alrededor de los mismos ídolos, deciden volver al comienzo”.
La historia de un viaje. No en el espacio, sino en el tiempo: el viaje del adulto que somos hacia el niño que fuimos y nunca debemos dejar de ser.
Fasskos.