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lunes, 30 de enero de 2012

Stop intolerancia

Hace tiempo que quería escribir una entrada sobre la intolerancia que día a día aparece en comentarios de blogs, de redes sociales, y que a veces oigo en conversaciones. 

Parece que hay gente que cree actuar de la manera más correcta y que lo que ellos hacen es lo que todo el mundo debería hacer. 

Dejando a un lado el respeto a los derechos fundamentales de cada uno, de los derechos que acogen a cualquier ser vivo, que es algo que considero indiscutible y que debe defenderse con toda la fuerza de la que seamos capaces; existen formas de vida diferentes que, creo, deben respetarse. 

En mi opinión, nadie, absolutamente nadie debe decirte cómo debes vivir. Una de las cosas inherentes al ser humano, a pesar de vivir en sociedad (para mí algo muy bueno en general) es la libertad. Libertad para decidir qué hacer, para pensar, libertad para ser diferente. 

Existen más colores que el blanco y el negro. Ver las cosas sin matices creo que nos hace caer en radicalismos nada buenos. Es más, considero que son muy peligrosos. Incluso se podrían convertir en una obsesión. 

A lo largo de la Historia hemos podido comprobar que la evolución, los avances sociales, los cambios humanos han surgido de gente que se cuestionó que quizás la verdad no era algo tan simple como lo que se había promulgado como tal. Algunas de estas personas sufrieron las consecuencias de ser diferentes a manos del pensamiento radical. 

No aceptar a los demás como son, con sus formas de vida quizás alejadas de las nuestras, obligarles de alguna forma a pensar como nosotros, nos lleva a un inexorable retroceso. 

Y lo peor de todo, podemos matar la posibilidad de que esas personas barajen otras ideas, podemos encerrarlos en su opinión simplemente por defender su libertad de pensar. 

Creo que la única forma de acercar nuestras ideas a otras personas es siendo amable, explicándonos con cuidado (más suavemente cuanto más alejadas a las nuestras sean las ideas del otro); escuchando y debatiendo sus contras, siempre con respeto. 

Lo que al menos yo tengo claro es que si criticamos, insultamos e intentamos imponer nuestro comportamiento al otro, el único resultado que obtendremos es que se cierre en banda y probablemente haga justamente lo contrario de lo que nosotros deseamos. 

A esta conclusión he llegado a fuerza de cometer errores por creer que la gente debía preocuparse, debía comprometerse y debía actuar en los mismos frentes que yo. Hasta que entendí nuestras diferencias, y que lo que mueve a unos, no mueve a otros.

Vivimos en un mundo creo que solidario, la mayor parte de la gente con la que me encuentro se preocupa por la situación que vive el otro; pero es una época difícil también para dar y escuchar. 

Lo más fácil es centrarse en uno mismo, salir a flote como se pueda, y en este momento solo se necesita una pequeña excusa para mirar hacia otro lado. 

Intentemos evitar esto abriendo puertas con tolerancia.

Raquel Ruiz.
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