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miércoles, 7 de noviembre de 2012

14N: Una cita con tu dignidad

Todos sabemos que hay motivos de sobra para secundar la huelga del próximo 14 de noviembre. Puede que algunos todavía nos vayamos salvando de los efectos más duros de esta crisis (paro, desahucios, negación de la sanidad pública, etc), pero no podemos olvidar que todos estamos en el mismo barco y que tarde o temprano (si no eres un especulador, un defraudador, un banquero, o un político corrupto) nos llegará el momento de sufrirlos, si es que no lo estamos haciendo ya por el mero hecho de saber que hay tanta gente en situaciones dramáticas. Pero para eso se necesita conciencia social que aunque se va propagando, todavía nos quedan muchos puntos de solidaridad y empatía que alcanzar para sentirnos realmente en el lugar del otro. 

Yo secundaré la huelga, por esa misma conciencia. En mi colectivo somos muy pocos los que seguimos las protestas, a pesar de que, por el momento, no sufrimos la amenaza del despido libre y barato que tiene que soportar la mayoría de la población que todavía sigue en activo, y por ello deberíamos dejar vacíos los edificios públicos que ocupamos salvando los servicios mínimos para atender a los ciudadanos, como único motivo. 

Como digo, ese miedo es la razón por la que temo que mucha gente el 14N decida ir a trabajar, una razón comprensible teniendo en cuenta que conseguir un trabajo ahora es misión imposible y sobre todo si tienes cargas familiares. No todo el mundo quiere correr ese riesgo y no sé si yo, en esa situación, haría peligrar el pan de mis hijos por defender mis derechos y los de ellos mismos. Probablemente me pasaría muchas noches sin dormir intentando saber cuál sería la mejor opción, a pesar de mi rabia. Si no tuviese cargas familiares, por supuesto que la haría. Este es el único motivo por el que, de lejos, entiendo, aunque no justifico, que alguien acuda a su puesto de trabajo un día de huelga: el miedo por los otros que dependen de ti. NINGÚN MOTIVO MÁS. 

Y este miedo tiene dos razones que lo sustentan: 

En primer lugar, existen empresarios que con total impunidad coaccionan a sus trabajadores, de forma totalmente ilegal (la huelga es un derecho fundamental como todos sabemos) bajo la amenaza de despedirles si secundan la huelga. Pero de estos empresarios no se puede pedir más, todos conocemos la calaña a la que pertenecen, y los que todavía no tenemos miedo, estamos luchando por erradicarlos del mapa. 

Pero en segundo lugar, hay que tener en cuenta algo que muchos dejan pasar desapercibido y que para mí es mucho más grave que el primer motivo: la falta de compañerismo. 

Supongamos que en una empresa de 50 trabajadores, 10 deciden secundar la huelga. Puede que el empresario se atreva a amenazarlos con un despido, ya que su acción está avalada por los llamados “esquiroles”, que seguirán produciendo para él mientras reponga plantilla. Pero pensemos ahora en que todos los trabajadores, los 50 en pleno, ese día no van a trabajar. ¿Podría el empresario despedirlos a todos? La respuesta es no. Imposible, no podría permitírselo de ninguna de las formas. Por tanto, estaríamos ante una protección mutua de los trabajadores. Pero para llegar a esto se necesita mucha concienciación, muchísima. Sólo puede perderse el miedo si todos nos mantenemos unidos. Y entonces dará igual cómo sea el empresario: siempre sería vencido. 

Otros empresarios, los pequeños y medianos, dicen que tienen que abrir ese día porque sino no les salen las cuentas del mes. Una huelga se prepara, y aunque en un día de cierre no hay ganancias, los gastos también se reducen. No se pagan sueldos, no se encienden luces, no se consumen productos. Y quizás, dentro de poco, esos mismos negocios tengan que cerrar porque nadie podrá consumir, pero tendrán que seguir pagando enormes impuestos al Estado, cada vez más altos. Y los proveedores también subirán sus precios. Todo será insostenible, todo y para todos. 

Hay otros motivos que se esgrimen para no ir a la huelga: “no la hago porque no quiero seguir a los sindicatos”. Bien, ante este motivo, sólo cabe decir que los sindicatos son los que legalmente pueden convocar un paro del país, pero ello no conlleva que tú les sigas. Sigues la protesta, pero no a ellos, si es verdad que no te gustan. 

Por otro lado, esta huelga está convocada por muchos sindicatos, no sólo los más “odiados”, y por muchos colectivos ciudadanos que apoyan la huelga. 

Otro motivo, “no puedo perder un día de sueldo”. Yo les diría que un día de sueldo no es tan grave, ni mucho menos, como todos los derechos que nos están quitando. A nosotros y a nuestros hijos, nietos y más allá. Seguro que alguien puede dejarte ese dinerito que te restan por el día de huelga si de verdad no llegas a fin de mes por un solo día que te quiten. Me cuesta mucho creer esto (si no llegas a fin de mes por ese día será que te están pagando demasiado poco, luego, haz huelga porque te explotan), y también me parece increíble que nadie pueda echarte una mano si lo necesitas. 

Seguramente, aquellos que consiguieron los derechos de los que disfrutábamos hasta hace poco no tuvieron tanta dudas. Y algunos, incluso, se jugaron la vida. Pero siempre es difícil reconocer el esfuerzo que realizaron otros cuando naces ya con todo arreglado. Sólo ahora estamos viendo la fragilidad de las conquistas sociales, lo poco que pueden durar y que pueden borrarse de un plumazo a golpe de decretos-ley. 

Si seguimos el camino que llevamos, lo más probable es que el día de mañana no tengamos puestos de trabajo que proteger, ni por tanto, días de sueldo que perder, ni tiendas que abrir, ni colegios a los que ir, ni médicos que nos ayuden gratuitamente (hay quién ya no puede acceder a la sanidad pública, no lo olvidemos), ni casas que pagar porque nos las habrán quitado. Nos habrán quitado nuestra vida y nuestro futuro. Y el de las próximas generaciones, y eso será el legado que les dejemos. 

Hay mucho en juego. La decisión es sólo nuestra. 
Cada uno sabe la situación que vive, qué riesgos corre y qué tiene que hacer. 
Quizás si esperamos a que las cosas las cambien otros, ya sea demasiado tarde. 

Tenemos que ser solidarios y respetar a los que luchan y dan la cara por nosotros, así que, como mínimo, vamos a desterrar los comentarios de “total, las huelgas no sirven para nada”, “eres un pringao por jugártela por nada”, sólo por esos trabajadores que van a arriesgar mucho por los derechos de TODOS el próximo 14N. 

Salud compañer@s!

Raquel Ruiz.
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