"- ¿Por qué han decidido traerla a la residencia?
- Llevo cuidando toda mi vida de mi hijo enfermo que murió hace un año, desde hace dos años estoy cuidando a mi suegra con alzheimer, y ahora también de mi madre que empieza con los primeros síntomas de demencia. Mi marido y yo somos hijos únicos, él trabaja y yo ya no podía más. Estoy agotada."
- Llevo cuidando toda mi vida de mi hijo enfermo que murió hace un año, desde hace dos años estoy cuidando a mi suegra con alzheimer, y ahora también de mi madre que empieza con los primeros síntomas de demencia. Mi marido y yo somos hijos únicos, él trabaja y yo ya no podía más. Estoy agotada."
Esto es solo un ejemplo por el que algunas personas deciden dejar en manos de una residencia de mayores el cuidado de su padres, suegros, tíos… Es una decisión que suele ser complicada, sobre todo ante el desconocimiento que muchas veces se tiene sobre el verdadero trato que se da en este tipo de centro y el sentimiento de culpabilidad que suele generar.
Hoy en día las residencias tienen un equipo multidisciplinar compuesto por diferentes profesionales: médicos, enfermeros, auxiliares de enfermería, trabajadores sociales, psicólogos, fisioterapeutas…, todos necesarios para proporcionar la máxima calidad de vida al residente. Realizan valoraciones al ingreso y cada cierto tiempo, para tener siempre al día los cambios que el mayor haya podido sufrir y adaptar los diferentes planes de actuaciones al nuevo estado.
Absolutamente todo es registrado: las ingestas alimenticias, las deposiciones y micciones, si muestra piel seca, si ha sufrido una caída, si muestra decaimiento o cualquier otro cambio significativo en su carácter… Cualquier incidencia se comunica al departamento que corresponda y este actúa según sea conveniente. En una buena residencia, nada se pasa por alto y se procura ofrecer las mejores condiciones y el mejor trato posible, esto incluye también tener trabajadores educados y respetuosos. Además cada cierto tiempo se realizan inspecciones sorpresa para asegurar que la labor asistencial se esté haciendo de la manera correcta.
Y ahora llega la parte negativa. El residente se encuentra con horarios para levantarse, dormir, comer y además comer lo que te pongan con poca elección; mínima intimidad… Algunos pasan días y días en el centro por la incapacidad (por diferentes motivos) de poder salir del recinto a menos que algún familiar o amigo venga a recogerlos y vaya con ellos. Abuelos que muestran plena capacidad mental tienen en ocasiones dificultad para asumir todo esto, no aceptan tener que estar allí, echan de menos su casa y marcar ellos su propio ritmo de vida.
Por otro lado un gran número de residencias son gestionadas por empresas privadas. En su afán de obtener la máxima rentabilidad, parte de estas empresas trabajan con el mínimo número de trabajadores posible y con ratios que a veces no se pueden entender. A esto hay que sumarle unos horarios pésimos y unas condiciones económicas de risa. El malestar y descontento del trabajador se ve reflejado en el trato al mayor.
No olvidemos que la mayoría de los ancianos que viven en residencia necesitan muchos cuidados, especialmente los que son dependientes, personas que necesitan que les duchen, sequen, hidraten, vistan, que les den de comer y beber, que les cambien el pañal varias veces al día… Muchas tareas y a veces, como dije antes, poco personal, lo que lleva a prisas y no dedicarles todo el tiempo que realmente necesitarían.
Así que si se valora la opción de llevar a un familiar a una residencia hay que estudiar al detalle todos los pros y contras. Asegurarse que sea una buena residencia: tomar referencias, visitar todas las que hagan falta y preguntar lo que consideremos necesario al director del centro o persona que nos atienda. No hay que olvidar que será el nuevo hogar de nuestro mayor y ante todo, hay que pensar en su bienestar y felicidad.
R.S.R.