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miércoles, 11 de mayo de 2011

Gala y Dalí

Hablar de la relación que tuvo esta pareja es ciertamente complejo. Tanto, que a mí nunca ha dejado de producirme perplejidad y siempre asombro. Aunque nunca dejó de basarse en la comprensión, el respeto y la aceptación mutua (ingredientes básicos que no deberían faltar en una relación) como veremos las dosis de estos ingredientes fueron muy, muy peculiares.

Se podría decir que hubo un Dalí antes y después de Gala. Dalí nunca dejó de reconocer la importancia que Gala, una mujer rusa 10 años mayor que él, tuvo para él; "Ella es indispensable para mí, porque gracias a ella puedo fabricar mi elixir, mi gozo y la sustancia de la fuerza que me permiten vencerme y dominar el mundo". Con ella Dalí se convertirá en un pintor famoso, con mucho glamour y muy cotizado, tanto que algunos le rebautizaron (alterando y jugando con las letras de su nombre), de SALVADOR DALI a AVIDA DOLLARS.

Pero hablemos mejor de amor y … de locura. Y es que aunque el amor no deje de tener mucho de locura, en el caso de Dalí su locura era tal que nunca necesitó enamorarse para que tener a ésta a su lado, el mismo escribió que... "no me volví loco porque ella asumió mi locura". Él sintió un amor por Gala poco menos que reverencial, místico, rayando muchas veces la idolatría, (la pintó como la virgen María unas veces, como una diosa mitológica en otras); siendo siempre su musa, y su cómplice. Él, agradecido, siempre le será fiel, excepto “las pequeñas masturbaciones de la tarde”. Su deseo por ella tampoco se apagó jamás, y para demostrarle ese deseo y pasión, la retrató en un famoso cuadro con dos chuletas de cordero sobre su hombro.

¿Y como era semejante mujer? Dalí la describe así : "...su cuerpo tenía una complexión infantil, sus omóplatos y sus músculos lumbares, la tensión de los adolescentes; la curva de la espalda, por el contrario, era extraordinariamente femenina y unía con gracia el torso enérgico y altivo a las finas nalgas que su talle de avispa hacía todavía mas deseable”.

Esa atracción fue notoria desde que se conocieron, en 1929, ese año Dalí invitó a unos amigos surrealistas a Cadaqués, entre ellos estaban Buñuel, y Eluard, y la mujer de este, Gala. Eluard estaba muy enamorado de Gala, aunque no hacía mucho había protagonizado, con otro pintor Max Ernst, una de los ménage â trois mas escrabosos e incendiarios de la historia del arte (y no nos quedamos cortos). Así la veía Eluard como marido, amante y poeta que era:

"Ella vive de pie sobre mis párpados
Sus cabellos están entre los míos
Tiene la forma exacta de mis manos
Y el color de mis ojos que la miran
Ella se hunde entre mi propia sombra
Como una piedra en el azul del cielo.
Ella tiene los ojos siempre abiertos
Y me impide dormir con su mirada
A plena luz sus sueños luminosos
Hacen evaporar todos los soles
Sus sueños me hacen solloza, reír
Y hablar sin tener nada que decir..."

Dalí se fascinó por esta mujer hasta tal punto que cuanto estaba a su lado… "mi emoción era tal, que cada vez que intentaba hablarle, era objeto de ataques de incontrolables risas que me llevaban al borde de la locura. Mi cuerpo entero estaba agitado por la zozobra. Se hubiera dicho que todo mi ser explotaba literal­mente de la risa. Cada miembro, cada músculo vivía una existencia autónoma bajo el imperio de un fre­nesí demoníaco. Me atomizaba en la risa. Toda mi vida atrapada en las fauces de la risa. Vivía entonces en una especie de histeria perma­nente entre mis crisis, mis alucinaciones, mis mas­turbaciones y mi trabajo". A todos nos cuesta contenernos cuando estamos cerca de alguien que nos gusta mucho, que duda cabe, y no es fácil saber que es lo mejor que uno puede hacer. Aunque él un día lo tuvo claro, y se preparó y vistió para la ocasión de estas trazas:

"Me di dos desgarrones en la camisa, mi pecho se mostraba velludo y tetudo. Mezclando cola de pescado y cagarruta de cabra, compuse una pasta infame con la que me unté; completé el maquillaje afeitándome las axilas, cortándome la piel deliberadamente y dejando cho­rrear la sangre hasta que se coagulara. Añadí un poco de azulete de colada que mi sudor desparramó pronto sobre mi torso. Tomé una flor de jazmín y me la puse detrás de la oreja. Olía a chivo, estaba horrífico y so­berbio". Aunque parezca poco menos que grotesco, tonterías por una mujer las hemos hecho todos, y el que no lo reconozca, pues miente.

No sabemos qué hizo Gala al verlo, aunque ya debía de imaginarse qué clase de hombre era Dalí, de hecho Dalí sabía de buena tinta que "A Gala le habían contado que yo era coprófago, al mostrarle mi cuadro "Juego lúgubre", donde yo había pintado unos calzoncillos cubiertos de excre­mento, algo que ella había interpretado como una tentativa para exaltar mi vicio". Cosa que Dalí tuvo que aclarar inmediatamente para evitar malentendidos, las langostas, la sangre y la mierda eran cosas que me aterraban y le expliqué mi mé­todo para crear un delirio controlado que me ponía por encima de esos terrores y que me permitía fas­cinar a los demás, (resumiendo, el tipo de cosas que conviene aclarar cuando uno empieza a conocer a una chica) Poco después Dalí, durante un paseo por Cabo de Creus, decidió declararse en una escena que tuvo que ser como poco delirante cayendo a sus pies convulsionado por mis propias risas, le confesé mi amor; ella, apretando su mano con ternura le dijo, "... niñito mío, no nos separaremos nunca..." ... y no lo hicieron.

Si hubo un Dalí pintor antes de Gala, también su sexualidad experimentó notables cambios…
"Yo antes de conocer a Gala, creía que era impotente y no había hecho nunca el amor. Eso naturalmente, con mi imaginación más o menos desbordante, me llevaba a un estado de angustia terrible, a menudo era presa de unas crisis de risa incontenibles, hasta la histeria, que era como la prueba de las inquietudes que me agitaban profundamente". De ahí la proliferación de formas flácidas y muletas en sus cuadros, o formas tumefactas asociadas a su disfunción eréctil, a veces repletas de hormigas, símbolo del deseo sexual y de la putrefacción de un deseo, que sólo conseguía agotarse en su propio fuego. Ese pánico al sexo, sobre todo al femenino, le hizo entregarse al onanismo como sustituto. El origen de semejante cuadro clínico vino del deseo de su padre de advertirle de los riesgos que entrañaba la promiscuidad. Como aviso, de niño le dejaba por la casa, “accidentalmente” para que él las viese, fotos de órganos sexuales devastados por enfermedades venéreas. No fue una educación sexual muy sana, desde luego, y desde pequeño le llevó a una relación con el sexo opuesto en la que proyectó todo su, digamos, interior. Así nos cuenta como fue su primer beso con una compañera de colegio… "Le tomé la boca largamente, fogosamente, hasta cortarle la respiración. Pero ella estaba resfriada y resoplaba entrecortadamente, sin conseguir retener los mocos que le resbalaban hasta las mejillas". Ante semejante intercambio de fluidos reacciona y decide tomarla... "en mis brazos, frotando mis labios contra sus rubios cabellos para borrar los rastros de moco que se me habían pegado y para intentar respirar el olor a corderito que subía de sus axilas", un recuerdo imborrable. Además tenía un plan que revelaba una gran estrategia "con esta “novia” estuve ensayando durante cinco años toda la gama de mis sentimientos egoístas, narcisistas, paranoicos y sexuales, y explotar los más diversos aspectos de mi perversidad sensual". No sabemos qué vería ella en él aunque Dalí nos da alguna pista, "Era una presa fácil. Mis mentiras y mi hipocresía natural crearon un clima de embrujamiento que la subyugó. Ya la primera tarde, le asesté una verdad terrible que la dejó atontada: “No te quiero”. Muy pronto, le anuncié que no iría con ella más de cinco años, sin amarla nunca". Y es que es mejor ser sincero y dejar las cosas claras, y desde el principio. Con todo Dalí no dejo de recordar ese pasado con cierta nostalgia: "Nuestros amores fueron castos; caricias de senos y besos en la boca. Esta abstinencia, mi lenguaje despectivo, y mi ruda actitud componían la sabia red de la esclavitud moral que yo quería imponerle. Ella soportaba mis peores malignidades y era inmensamente dócil a mis caprichos".

Tras conocerse mucho mejor llegó a la conclusión de que: "Mi ojo, mi inteligencia y mi bita (su mas preciado órgano viril) eran los medios más deleitables de placer, y su combinación, casi infini­ta, me proporcionaba unas variaciones que iban desde la escatología hasta el exhibicionismo, del fanta­seo a la masturbación (lo uno no excluye lo otro); llegar al final era lo de menos, salvo como voyeur". Como tal tendría su primera experiencia que podríamos decir sexual, masturbándose delante de una prostituta, "Se trataba, en una pala­bra, de permanecer casto siendo erótico: una fórmu­la que exige un alto control de sí mismo".

Pero entonces encontró a Gala y con ella todo cambió y... "Descubrí el beso, el don del ser que se exalta en un suspiro y que uno bebe con su saliva al respirar su aliento. Nunca había experimentado semejante sensación de potencia, de posesión y de complacencia. Nues­tras salivas eran un filtro afrodisíaco. Nuestras len­guas, unos sexos exacerbados. Nuestros dientes cho­caban con fuerza, como escudos en una batalla, pero esas barreras no hacían sino enervar más nuestro deseo. Hubiera querido hundirme en el fondo de ella para lamer, comer, desgarrar sus carnes. Y mordí sus labios con violencia, hasta que el gusto de su sangre me llenó la boca y pude tetar ese fluido más dulce que la miel. Me convertí en vampiro, me volvía feroz, caía en una sima de placer inaudito.." La cosa debió de subir mucho de voltaje y... "Recuerdo haber cogido a Gala por los cabellos. Echándole la cabeza atrás, le grité: Dime qué debo hacer ahora. Dímelo con obsce­nidad, para que me convierta en un hombre y una bestia."

Si ella le ayudó a asumir su bestialidad y su sexualidad masculina, él, por su parte, también asumió la voracidad sexual de su mujer. Hasta los ochenta años, Gala no dejó de “recibir” jovenzuelos en el castillo de Pubol, que Dalí le había regalado, y en el cual el artista solo podía entrar bajo invitación explícita de ella. El más conocido fue Jeff Fenholt, protagonista del musical “Jesucristo Súper Estrella”. Escarceos que eran más que consentidos por Dalí. De hecho, él mismo se encargaba de seleccionarlos, "Traigo estos ángeles para Gala", decía a sus amigos que le veían ir al castillo con estos jóvenes. Si alguna vez le faltaban, solía recurrir a Carlitos, un homosexual colombiano que veía a Gala como una ninfómana algo antipática, y al que Dalí se dirigía cuando estaba en apuros en términos como: "Necesito carne fresca Carlitos, Carne fresca y con urgencia".

Esta, digamos, complicidad duró el resto de su existencia como pareja. El Dalí anciano llevará jóvenes de ambos sexos a la habitación de su hotel para que vean cómo se masturba. Su gran deleite consistía en persuadir a un mozuelo de que se bajase los pantalones y se masturbara. Dalí los miraba masturbarse. Para evitar suspicacia o herir susceptibilidades, después Gala se acostaba con ellos. También se podría hablar de las míticas orgías de Cadaqués, en las cuales Gala y Dalí consumaban sus perversas fantasías sexuales; él, la del impertérrito voyeur, ella, la de reina del amor carnal, pero no lo haremos. Dejaremos la práctica y acabaremos con la teoría.

Del erotismo tenía una idea muy propia: "El erotismo es un camino real del alma de Dios, se filtra por entre las estructuras moleculares. Explorando mi deseo, exploro mi vida. Jugar con él y superarlo, es una fuerza de la cual saco provecho". Probablemente este erotismo tuvo que dejar atónita a Gala muchas veces. Bueno, en realidad, incluso al mismo Dalí "debo hacer un esfuerzo para dominar el gusto de hablarle de mis vicios. Con ella no paso de las alusiones. Cuando Gala conoce los detalles de mis sesiones eróticas sufre mucho. Por ello yo no quiero causarle ninguna pena, por pequeña que sea. No es celosa, sino sensible. Soy un puerco. Un puerco divino educado en sociedad y poseído por el deseo"; uno tiene que conocerse y aceptarse, siempre.

Con todo ello Dalí siempre tuvo, y creo que era sincero, una concepción muy elevada, y muy propia y sincera, de su amor por Gala, "como símbolo de la pasión, de la pureza y del olvido de mí mismo. Gala y yo sumamos uno. El círculo mágico de mi amor la aísla de mis fantasías eróticas. Por otra parte, su intransigencia y su pureza hacen que la ame más. Un gran amor, al igual que un cuadro maestro, no se consigue si no se descarga de lo que le sobra y de todos aquellos elementos que sólo contribuyen a la distracción. Mi obra no es más que un decorado erótico de mi teatro, cuya alma es Gala."

Faskos.

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2 comentarios:

  1. Qué cosas tienen los genios... Me he quedado a cuadros, pero me ha encantado la entrada. Gracias!

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  2. Excelentemente escrito y descripto, para los que no conocíamos la vid íntima de esta pareja ,este texto es un regalo exquisito en detalles y anécdotas.
    Fascos demuestra un conocimiento profundo de la vida de Dalí y sus rarezas excéntricas propias del genio.
    Un escritor admirable del que espero leer mucho mas.
    Saludos desde Argentina.

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