¡Envíanos tu artículo!

Escribe lo que quieras y como quieras, sobre cualquier tema que te interese.
¡Comparte tu información con todos los lectores!
Envíalo a: alas.social@gmail.com
Y dinos con qué nombre quieres firmarlo (real o inventado)

¿De qué quieres que hablemos?

Si quieres información sobre algún tema en concreto, dínoslo en el mismo email y escribiremos sobre ello.

La información y las opiniones vertidas en este blog, tanto en las entradas como en los comentarios son obra exclusiva de su autor.

viernes, 26 de octubre de 2012

La sociedad solitaria

Las noticias de la radio anunciaban el hallazgo de un anciano muerto en su cama; era ya esqueleto, no carne… Cuánto tiempo sin que nadie le echara de menos. 

Vivimos en una sociedad en la que nos amontonamos en torres altas con incontable número de vecinos a los que no conocemos ni saludamos en la escalera porque no identificamos su cara o, simplemente, no nos interesa saberlo. 

Es en los pequeños pueblos donde reside la sana diferencia. Quizás esa posible necesidad de otros en casos de urgencia en sitios donde no hay de “todo”, hace que se estrechen los vínculos; que la gente pida favores y regale ofrecimientos. En determinados lugares uno no puede ser autosuficiente y, a diferencia de los animales salvajes, el ser humano no sabe adaptarse a la naturaleza más inhóspita y hostil. La intimidad se pierde en estas aldeas pero a cambio recibes hospitalidad y uno se siente parte de una comunidad. Entonces, volviendo a esos orígenes animales, se necesita del grupo, de la manada. 

Las grandes ciudades, en cambio, roban la identidad de los individuos; les hace a todos iguales o parecidos. Entre semana van de casa al trabajo y del trabajo a casa, y cada fin de semana se reúnen en los mismos sitios compartiendo un ocio inexistente sin consumo, dejándose seguir por la masa, casi sin capacidad propia de decisión; uno disfruta de cosas pero no de uno mismo y, lo peor, necesita del dinero para pasarlo bien. Imposible así conocer si tu vecino de al lado está vivo o muerto, apenas saber que tenías vecino. Y es que uno puede estar solo rodeado de mucha gente que de poca o ninguna, como se puede estar más solo en pareja que sin ella. 

Los urbanitas son en realidad los más dependientes de todos, alejados de los autosuficientes y autodidactas del campo o la montaña. Son los cómodos que quieren tenerlo todo a mano aunque es posible que muchos de esos servicios nunca los usen; esos que olvidan que lejos de las urbes hay una comodidad mejor y menos egoísta. Ahora, en tiempos de crisis, muchos se ven obligados a abandonar la ciudad en la que descubren que nada es suyo y menos sin dinero, para regresar a ese mundo en el que uno come lo que cultiva y viste con lo que él mismo se hace. Algunos se encuentran a sí mismos o se conocen por vez primera y aprenden a disfrutarlo; otros, se creen de paso, pensando que es cuestión de tiempo, pero olvidan que después de una crisis no siempre hay una recuperación; a veces viene el desenlace fatal, el que deja corta a la crisis precedente y que es el que nos amenaza como esos nubarrones que hoy encapotan el cielo... aunque algunos vecinos ya no podrán verlos.

Rosi Legido.
votar

3 comentarios:

  1. Cuánta razón. Para nosotros desconocidos, para otros simples números.

    Gracias.

    ResponderEliminar
  2. La indiferencia hacía nuestros semejantes nos vuelven indiferente hacía nosotros mismos no lo olvidemos...

    ResponderEliminar
  3. La indiferencia hacía nuestros semejantes nos vuelven indiferente hacía nosotros mismos no lo olvidemos...

    ResponderEliminar