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jueves, 31 de marzo de 2011

2 de marzo de 2011: El Aaiún y el 27 de Febrero

Salimos por la mañana dirección al campamento de el Aaiún con el objetivo de entregarle una carta a una niña de parte de su familia española.

No fue la única carta que entregamos en nuestro periplo. Mucha gente que ha tenido acogido a algún niño en los meses de verano, mediante el programa “Vacaciones en Paz”, ha establecido un vínculo con él y su familia, y cuando este vuelve a su campamento de origen, la familia de española sigue enviándole dinero (cartas) a través de otras personas y cuando pueden viajan al Sahara para ver cómo están.

Tuvimos la gran suerte de que entrando en el campamento nos cruzamos con un coche y cuando nuestro conductor bajó para preguntarle al hombre del otro vehículo si sabía dónde estaba la jaima de esa niña, resultó que justamente era su padre. También iba su madre en el coche, así que nos fuimos juntos al colegio donde estudiaba la pequeña, salió y tras hacerle las preguntas de rigor de dónde había pasado el verano y con quién, le dimos la carta. Elvira se hizo la foto de costumbre para que la familia española sepa que su niña recibe la carta de nuestra mano. Es una forma de garantizar que las cosas han llegado a su destino.

Paramos también en un bar de un amigo de nuestra familia saharaui e intentamos ver, en árabe, noticias sobre las revueltas en Libia.

Foto: Álvaro Sánchez

Después volvimos a Ausserd, ya que la hermana mayor de nuestra familia nos había invitado a comer en su jaima. En el camino de vuelta, si mirabas al horizonte del desierto tenías espejismos; parecía que hubiese, en algunas zonas, grandes lagos que por supuesto no existían. Era la primera vez que veía ese fenómeno con tanta nitidez.

De pronto, en medio del desierto, nos encontramos con un hombre que venía corriendo hacia nosotros, haciéndonos señas con su camiseta que parásemos el coche. Habló con nuestro conductor y le dijo que su coche se había estropeado. Así que le hicimos sitio en el nuestro, montó, y nos dirigimos al lugar donde había dejado su vehículo con su otro compañero, que cuando lo encontramos vimos que estaba intentando arreglarlo. 

Foto: Álvaro Sánchez

Bajamos todos y nuestro conductor (que era el único que sabía de mecánica) se puso manos a la obra con ellos. Poco después apareció otro coche que también paró y del que bajaron dos hombres más.

Foto: Álvaro Sánchez


Foto: Álvaro Sánchez

Llegamos tarde a comer, pero teníamos una excusa plausible, así que la hermana mayor de la familia, que es una bellísima persona pero con mucho caracter, lo entendió.
Comimos mucho, como siempre, y después nos regalaron melfas y otras cosas. Siempre tienen que darnos algo.
Por la tarde salimos hacia el 27 de Febrero, donde está la Unión Nacional de Mujeres Saharauis. En su casa nos esperaba Fatma Medhi, la Secretaria General de la Unión, a la que llevamos un tóner para impresora, ya que lo necesitaban para los preparativos del Congreso de Mujeres que se celebrará del 20 al 24 de abril y al que asistirán mujeres de varios países.

Charlamos un rato con ella y nos habló de su hija. Estudió fuera y pasó muchos años en España. Llegó un momento en que Fatma la reclamó en los campamentos, cosa que a la joven le sentó bastante mal. Pero su madre le explicó que todo lo que había aprendido debía aplicarlo en los campamentos, donde realmente hacía falta. Nos contó que al final su hija lo entendió y ya no estaba enfadada por tener que volver, sino que tenía ganas de hacer algo útil por su pueblo.

Al parecer supone un problema que los jóvenes se vayan de los campamentos, que no quieran volver, porque a pesar de que desde muy pequeños se les inculca el amor y el orgullo por su pueblo, ven que todo sigue igual, año tras año sin llegar a una solución que los libere, y muchos quieren irse antes de seguir viviendo en el desierto. Pierden la esperanza. Pero otros no, vuelven y siguen luchando por mejorar la calidad de vida en los campamentos, trabajan en ellos y esperan que con su esfuerzo algún día cambien las cosas.

Cuando regresamos nuevamente a Ausserd por la noche, nos esperaba una gratísima sorpresa en la jaima: Mohamed Jatri. Es un saharaui comprometido con la causa, luchador, y trabaja ahora en el Ministerio de Información, en una página web de noticias sobre el Sahara y en la radio saharaui.

También vino a cenar el primo de la familia que había estado en Cuba y mantuvimos largas conversaciones sobre muchos temas.

Le contamos a Jatri lo difícil que nos había sido hacer el reportaje sobre el sentir saharaui y él nos explicó que la gente tenía miedo porque en los campamentos hay informadores, saharauis pagados por Marruecos que informan a sus autoridades de todos los movimientos que existen entre los refugiados. Nos dijo que si alguno de ellos veía a algún vecino hablar con nosotros, al día siguiente lo sabrían en Marruecos, y probablemente la familia de esa persona que viviese en territorio ocupado sufriría las consecuencias, además de el que había hablado. De ahí la negativa de todos a decir nada frente a una cámara. Ni que decir tiene que ni siquiera nosotros seríamos bien recibidos en Marruecos tras haber visitado los campamentos. Ni falta que hace.

Hablamos de la responsabilidad española en materia saharaui, de que era muy improbable que se celebrase ese prometido referéndum porque no interesaba a nadie salvo a ellos, y de que el único camino que veían era tomar las armas.

Nos contó que muchos saharauis no se fían del Frente Polisario, que los ven como dirigentes que viven cómodamente en otros países mientras ellos siguen en el desierto o bajo la represión marroquí en la zona ocupada; que no ven que sean contundentes a la hora de condenar los ataques de Marruecos a la población saharaui, y que no sirven de nada sus negociaciones. Que de hecho hay frentes fuera del Polisario que luchan por su cuenta por la independencia.

Nos habló de la postura argelina: para Argelia que existan los campamentos es una fuente de ingresos. Los vuelos al Sahara proporcionan mucho dinero al gobierno porque sus precios son desorbitados, se quedan con mucha de la ayuda que llega, les cobran precios altísimos a los saharauis por un pasaporte… Por eso también han construido carreteras, para que los colaboradores se muevan más cómodamente de un campamento a otro y sigan yendo, por eso les dan el gas y la electricidad gratis; en definitiva, les conviene que sigan ahí, en el desierto, en una zona donde no molestan porque no es rica en nada, pero el solo hecho de existir beneficia al gobierno argelino, del que sospechan que mantiene relaciones y acuerdos con Marruecos para tenerlos asentados en la hamada. Por otro lado, los saharauis van mejorando sus construcciones de adobe recubriéndolas de cemento para hacerlas más duraderas frente a las lluvias y al clima. Y aquí podemos pensar algo que no pinta nada bien: se están convirtiendo, poco a poco, en asentamientos más duraderos, cuando en realidad deberían ser temporales. Sí, llevan ya 35 años, pero la construcción de carreteras y la mejora de las viviendas hace pensar en un futuro mucho más largo en el desierto. Y eso no parece muy alentador. 

Foto: Álvaro Sánchez

Saltamos después al tema de los homosexuales. Nos preguntaron si en España se veían bien este tipo de parejas. Nosotros les dijimos que sí, que podían casarse y adoptar niños (aunque con más dificultades), porque cada vez la gente iba tomando más conciencia de que todo el mundo tiene derecho a compartir su vida con quién quiera y es algo que, aunque poco a poco, está dejando de verse mal o “raro”. Ellos se sorprendieron bastante porque entre los musulmanes no existe esta libertad.

También les contamos que mucha gente vive en pareja sin tener hijos necesariamente, que algunos se casan y deciden seguir los dos solos, que no es tan “obligatorio” como en su cultura tener descendencia. Eso no lo entendían y se reían. ¿Cómo podía ser casarse y no tener hijos? Escapaba a su comprensión. La verdad es que nos reímos mucho con estos temas. ¡Qué diferentes somos!

También hablamos del Corán, de Alá, de Dios… nosotros les preguntamos si una persona muy buena, que hubiese ayudado a todo el mundo, si se moría y no había rezado durante su vida ni creído en nada, si iría o no al cielo. Y nos dijeron que no. Luego les preguntamos si entonces una persona muy mala que hubiese rezado iría al cielo y nos dijeron que sí. Así que les contestamos que no nos parecía justo. Y nos reímos mucho. Al hilo de esto, les preguntamos si entonces veían bien que un terrorista matase a gente en nombre de Alá. Y nos respondieron que una persona que hace eso no es musulmana, que es un terrorista y que por eso no iría al cielo.

Yo les dije que si había Dios que qué pasaba entonces con todos esos fósiles que se habían encontrado y que explicaban la aparición de los seres en la Tierra de una forma diferente a la Biblia o al Corán, y qué pasaba con el Big Bang… si eso no era cierto. Me dijeron que ya había salido la científica, nos reímos, pero al final quedamos en que cada uno creía en lo que quería.

Y así con muchos temas más. En algunos estábamos de acuerdo y en otros, ni por asomo.

Creo que al fin y al cabo me demostraron saber discutir, con humor, mostrando sus puntos de vista tan diferentes a los nuestros de una forma afable, sin enfadarse en ningún momento. Simplemente pertenecemos a culturas diferentes y todos podemos aprender de todos. Es realmente constructivo y agradable mantener charlas con ellos.
Raquel Ruiz.
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