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domingo, 13 de febrero de 2011

Acoso escolar o "bullying"

El acoso escolar en los centros educativos se refiere a todas aquellas actividades de intimidación, humillación, persecución y agresión que comete un grupo de estudiantes contra otro sin motivo.

Para los agresores es una forma de sentirse importantes y de controlar y dominar al resto de los estudiantes, valiéndose del terror que infunden a uno en concreto, durante meses o incluso años.

Para el acosado significa una auténtica pesadilla que le hará sentir terror y le mina la autoestima hasta tal punto de querer cambiar de centro, abandonar su educación o atentar contra su propia vida para terminar con su angustia.

Los datos de acoso escolar en nuestro país son lo suficientemente significativos para constituir un grave problema.

¿Qué puede hacer el menor acosado?

Los menores SIEMPRE deben dar a conocer su problema. Debido al terror y a la humillación que sienten, no hablan de lo que están sufriendo por miedo a represalias por parte de sus agresores, o por vergüenza. A veces llegan incluso a culparse por ser víctimas, y ellos NUNCA SON CULPABLES de lo que les pasa.

Cuando el acoso todavía no es muy grave, han de intentar ignorar a sus agresores, intentar hacerles ver que no le importa lo que le digan, lo que hagan, porque su malestar es lo que buscan.

Si el acoso empieza a ser más peligroso, nunca deben quedarse solos ante el problema, deben huir en busca de un adulto para buscar protección.

Deben hablar con sus padres, pedirles ayuda, y estos han de responder con su total apoyo y hacer lo posible para frenar el problema. Si sus padres no son lo suficientemente responsables, deben hablar con otro adulto: un profesor, el director del centro, cualquier persona que esté en el ámbito donde sufre el acoso. Pero cualquier otro adulto de confianza puede ser clave para escucharle y ayudarle.

¿Qué se puede hacer contra el acoso escolar?

La familia es la base de la educación del menor. Los padres tienen que ser los principales educadores, siendo conscientes de que los profesores tienen la misión de enseñar a los niños diferentes materias, pero los valores fundamentales de civismo, sociabilidad, convivencia, respeto y solidaridad deben aprenderse en la propia familia. Deben dedicar el tiempo necesario a sus hijos para controlar su crecimiento, sus actividades, sus proyectos, sus preocupaciones, y orientarlas de un modo correcto. La educación en las escuelas jamás podrá suplir la educación en la familia.

Deben procurar ofrecerles un ambiente de distensión, sin peleas, sin una disciplina férrea, que fomente la comunicación con sus hijos. Siempre debemos recordar que un niño es el reflejo de lo que vive en su hogar.

Ante la aparición de síntomas extraños en el niño: cambios de humor, pesadillas, irritabilidad, soledad, silencios, falta de participación en actividades escolares, insomnio, pérdida de sus objetos personales en la escuela, aparición de muestras de agresión en su cuerpo; no deben callar, han de intentar por todos los medios que el niño cuente qué le está pasando.

Por otro lado, las escuelas también juegan un papel fundamental. Deben establecer reglas de conducta y una vigilancia adecuada de su cumplimiento. Además, es importante que se establezcan charlas, tutorías, cursos que traten sobre el tema para concienciar a sus alumnos, e introducir asignaturas que eduquen en los valores básicos de convivencia y respeto.

Los profesores han de vigilar cualquier síntoma de acoso, ponerlo en conocimiento del centro y actuar de una forma rápida y contundente ante el problema.

Las instituciones deben crear medios para que los niños puedan denunciar fácilmente y sin demora cualquier tipo de acoso que estén sufriendo. Han de desplegar los medios suficientes para que los menores se sientan protegidos y seguros. La asistencia psicológica a los agredidos es fundamental, por tanto deben garantizar el acceso a ella. Es fundamental que ofrezcan su total apoyo a los padres y adoptar las medidas pertinentes para cortar este problema de raíz, dándoles más poder de acción a los centros educativos, y en casos muy graves, adoptando castigos ejemplares hacia los agresores.

Por otro lado, los medios de comunicación deben “limpiar” sus noticias al respecto de todo morbo, tratando este tema de una forma educativa, que no fomente más acciones de este tipo. No se debe crear “alarma social” (esto alimenta la conducta de los “matones”), sino preocupación y concienciación ante el problema.

Como sociedad, TODOS debemos actuar frente a un síntoma de acoso, reprendiendo al niño que haya pegado a otro, que lo haya humillado o insultado. Nunca debemos menospreciar este problema, siempre debemos escuchar al menor que está sufriendo acoso y nunca subestimar lo que está sintiendo.

Debemos además educar a nuestros hijos de una forma activa frente a las agresiones. Muchos niños son espectadores de las mismas y no las denuncian, por miedo a ser víctimas potenciales si hablan, o tristemente, por querer hacerse del grupo de los “matones”. Debemos concienciarlos de que ese no es el camino, que ante el acoso de otro, todos debemos actuar. Hay que hacerles entender que es una práctica que no lleva a ningún lado, que lo único que hace es DESTRUIR la vida del otro

Raquel Ruiz. 
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1 comentario:

  1. yo creo que el acosos siempre ha existido en las aulas, de alumno a alumno y hacia los profesores; únicamente cambian los métodos. está claro que algo hay que hacer.

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