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viernes, 25 de febrero de 2011

Con la ortografía a cuestas

No sabía si titular el artículo como “Con la ortografía a cuestas” o “De espaldas a la ortografía”. En cualquiera de las modalidades, tenemos a la ortografía  de culo.
Últimamente, la Real Academia Española de la Lengua ha publicado unas normas (se supone que de obligado cumplimiento) principalmente referentes a la acentuación de ciertas palabras. En ocasiones anteriores, años ha, se tomaron la libertad de concretar otros criterios. O sea que la RAE, de vez en cuando, intenta hacer garantizar su soberano lema de “limpia, fija y da esplendor”. Pues a mi entender, y con mil perdones si ofendo a la RAE,  fija pero ni limpia ni da esplendor.

Me explico. El lenguaje lo hacen los hombres y mujeres de la calle, no los cultos, sabelotodo y sabihondos (¿o sabiondos? ¿para qué valdrá la h?)  Los idiomas, todos, nacieron “hablados” no “escritos”. Y según  los diversos sonidos, se fueron inventando distintas grafías o escrituras: de signos, de conceptos o de letras. Es más, los mismísimos sonidos se ven representados por diferentes letras según los idiomas (incluido el castellano o español) y las mismísimas letras reciben distintos sonidos, incluso en castellano o español. Un ejemplo, por ejemplo: la g que suena fuerte (como j) con la e y la i, y suave (como debe ser su sonido) con la a, la o y la u. Otro ejemplo,  la c, que pronunciamos como k o como z según las circunstancias, sin pararnos a considerar el “seseo” de diversas regiones españolas o sudamericanas (o suramericanas, que “sudan” menos).  Y no digamos nada sobre ciertas normas ortográficas que no tienen otro sentido que complicar la escritura que no la pronunciación. Me refiero, por seguir con los ejemplos desejemplificadores, a la obligatoriedad de escribir m antes de b y p. ¿Qué añade o quita esa m al sonido de la palabra?

Debo confesar (yo pecadoorrr) que en mis largos años como profesor de Lengua he tenido que corregir, e incluso suspender, a muchos alumnos en aras de la ortodoxia, o mejor, de la ortografía, a pesar de que en mi fuero interno sospechara o entendiera que la escritura del castellano o español resulta tan liosa y complicada como puede ser la del francés o inglés porque establece una considerable serie de tropiezos y de trampas para la gente, que se expresa bien en el lenguaje hablado, pero que desearía que le dejaran escribir sencillamente como se habla. La prueba de ello la tenemos en los MSM que se envían y que descuartizan todas las normas ortográficas.
Existen casos de idiomas que nunca tuvieron escritura y para los que, a la hora de buscar una precisión escrita,  se han aplicado caracteres escuetos, mondos y lirondos,  sin complicaciones ni trampas ortográficas. Tenemos el caso de la lengua vasca (euskera). Cada letra corresponde a un sonido y a cada sonido le corresponde una letra; por eso desaparecen la v (dando primacía a la b), y la c, sustituyendo su sonido suave  por la z y el fuerte por la k; o concretando los sonidos de la g y la j en sus respectivas pronunciaciones guturales suaves o fuertes.

Sin embargo, dicho lo cual, y a pesar de mi manifiesto o ataque anterior, debo seguir confesando (yo pecadoorrr) que no pienso lo mismo sobre las tildes de las palabras, aunque sí reconozco que no todas las normas ortográficas sobre el acento son necesarias, muchas por irrelevantes.. Considero que la tilde, en muchísimos casos,  forma parte de la precisión en el vocablo y en la comprensión de su significado. Voy a poner unos ejemplos reveladores: Si hablamos de las extremidades del pulpo, constatamos que la tilde es necesaria-  tentáculos-; de lo contrario derivaríamos a un significado ambiguo y turbio- tenta-culos-. Digamos lo mismo de la expresión de despedida “vayámonos”; a nadie nos gustaría que nos halagaran con el piropo de “vaya-monos”. ¿Y qué ocurriría si un profesor entra en una clase y exclama: “aquí huele aguárras”, cuando lo que quiere decir es que “huele a aguarrás”? Por seguir la racha de argumentos, afirmo rotundamente que una simple tilde nos hace pasar de asimilarnos a los animales a vivir como personas. En la expresión “como pienso”, entendemos claramente cuál es nuestra alimentación; sin embargo, el añadir una simple tilde nos convierte  en seres inteligentes: cómo pienso ... (luego existo).

En estas últimas normas de la RAE se deja al libre albedrío el acentuar el vocablo “solo” cuando significa solamente; hasta ahora era obligatorio poner la tilde. Yo personalmente no estoy de acuerdo con esta norma. Imaginemos que escribo “como solo una vez al día”. Vemos que la frase es ambigua. ¿Qué quiero expresar que “hago solamente una  única comida al día” o que “hago una de las comidas en solitario y las demás en buena compañía? Insisto en que la tilde resulta necesaria en muchísimas ocasiones.

Como conclusión, puntualizo mi pensamiento respecto a la ortografía. En lo que se refiere a las letras, opino que hay mucho que simplificar; nos ahorraríamos “disgustos” y no por eso seríamos menos cultos. Sin embargo, en cuanto a las tildes, las normas deber ser claras y específicas, aunque sin complicaciones. Se me ocurre una propuesta: que se acentúen todas las palabras, sean agudas, llanas o esdrújulas, poniendo la tilde en la sílaba tónica.
Y no confundamos la lengua con la escritura. La escritura se puede manejar desde arriba con normas o leyes, mientras que la lengua es un tesoro que está vivo y que pertenece al pueblo y nadie puede manipularlo a su antojo por muy académico que sea, pues terminaría por esclerotizarse. Es la ortografía la que debe adecuarse al habla y no al contrario, como quiere obligarnos a hacer la RAE.

Maestro Ciruela

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3 comentarios:

  1. Bueno, yo no creo en la anarquía ortográfica, creo que debe haber unas normas.
    "Tampóco mé imagíno escribíendo así", o así: "kmo sts, kdms mñn?", o escribir como hablamos: "eey ya tas comío las cocretas...mas rayau¡¡"

    Se me ponen los pelos de punta Maestro Ciruela, eso sí, creo que en algunos casos la reforma es innecesaria o mejor dicho, otra reforma es innecesaria.

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  2. Yo también creo que deben existir normas, pero sin pasarse. Si una cosa funciona bien, cuando la cambias corres el riesgo de empezar a tener problemas. Otras veces no. Por ejemplo, que los que nos sabemos algunas normas ortográficas, si nos las cambian, o bien no tenemos tiempo de estudiar las nuevas o bien nos apetece indagar en otras cosas, con la consecuencia obvia de desactualizarnos y cometer faltas respecto a la "nueva lengua".

    A mí me tocó estudiar mucha ortografía hace unos tres años. Y me quedé perpleja: ya no existen las tildes para "ese", da igual que sea pronombre o no, antes se distinguía ése de ese.

    También para solo: si no hay ambigüedad, no se acentúa. Es decir, puedes decir "Solo estaba haciendo eso solo" y está bien. Y creo que ahora ni con ambigüedad... no estoy segura.

    Y otras cosas... como acera/hacera, réptil/reptil... mil maneras de decir lo mismo que al menos a mí, me sobran.

    Creo en la economía del lenguaje, creo que las lenguas tienen el objetivo de ser el cauce de nuestra comunicación, sin más.

    No sé hasta qué punto la RAE "limpia, fija y da esplendor" o simplemente cambia cosas por justificar que está ahí para algo.

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  3. como guion, antes guión; o making of (aunque sea guiri) pero antes se aceptaba como making off, o psicólogo y sicólogos... para que cambian algo que está bien? por lo demás, creo que sí debe hacber normas y que la gente hable bien porque si no, entre acentos de cada uno, amotos, haigas, mola mazo y demás... no nos íbamos a enterar de ninguna manera. tendrá que haber unas normas universales o al final la gente acaba inventando sus propios idiomas.

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