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sábado, 5 de febrero de 2011

Químicos en nuestro cuerpo

Muchos productos que nos rodean y con los que estamos en contacto a diario (pinturas, plásticos, cosméticos, alfombras, artículos de decoración, papel de pared, tejidos, juguetes, coches, envases, productos de caucho, agentes de limpieza, etc.) contienen sustancias químicas que pueden provocar cáncer, disminuir la fertilidad y/o acumularse en los organismos vivos (sustancias bioacumulativas).

Estas sustancias acaban en nuestra sangre, en fetos y leche materna, en animales, plantas, suelos y atmósfera.

Cuando se liberan al medio ambiente pueden acumularse en la cadena trófica, donde las máximas concentraciones llegan a los animales que están en el último eslabón, entre ellos los humanos.

En el 2006, como medida de presión a los eurodiputados en un momento en el que se iba a aprobar un reglamento de control del uso de químicos en la industria (REACH), la asociación Adena WWF analizó la sangre de 39 de ellos. El resultado fue preocupante: una media de 41 tóxicos presentes en su sangre, que en condiciones normales no se encontrarían fromando parte de ningún organismo vivo. Un verdadero cóctel de químicos cuyos efectos combinados se desconocen.

Pero ni siquiera eso fue suficiente para proteger de verdad nuestra salud frente a los abusos de la industria química y farmacéutica, sus lobbies fueron más eficaces…

Hasta la aprobación del REACH, más del 90% de todas las sustancias químicas que se comercializaban en Europa nunca se habían analizado respecto a sus efectos para la salud y el medio ambiente. Sobre la gran mayoría seguimos sin saber mucho.

Con la aprobación del nuevo REACH en 2006 se mejoró, pero no lo suficiente, ni mucho menos. Por ejemplo, en el caso de las sustancias químicas persistentes y bioacumulativas, la nueva legislación contiene un mecanismo que obliga a sustituirlas, pero solo si existen alternativas más seguras…

Además existen algunos vacíos legales que aún permitirán el uso continuado de muchas sustancias químicas que son conocidos cancerígenos, que provocan defectos congénitos, enfermedades reproductivas, etc.

Otra de las concesiones para la industria ha sido excluir la exigencia de aportar datos significativos de seguridad a aquellas empresas que producen e importan sustancias químicas por debajo de 10 toneladas por año - es decir el 60% de las sustancias químicas que entran el sistema REACH -.

Por otro lado, muchas sustancias químicas de las clasificadas como "extremadamente preocupantes" podrán quedar autorizadas en el mercado si los productores afirman que la exposición a las mismas puede ser "controlada adecuadamente". Esto tiene, al menos, un par de peligros: UNO, que el hecho de que pueda o no ser “controlada adecuadamente” es bastante subjetivo; DOS, que solo se tiene en cuenta su peligrosidad cuando actúa de manera aislada, lo cual es irreal, ya que el ciudadano no se expone a una sola sustancia química sino a un cóctel de sustancias que pueden tener un efecto combinado que se desconoce.

Podéis leer más detalles acerca de este Reglamento en :


Como ejemplo de hasta qué punto este tema de los químicos no se controla adecuadamente tenemos el caso del bisfenol A, un componente básico de plásticos ampliamente utilizados (en biberones, DVD, Cd, recubrimientos interiores de latas, empastes dentarios, equipos eléctricos y electrónicos, automóviles, envases de comida y bebida, tapones, equipos médicos…).

A dicha sustancia se le atribuyen, en numerosos estudios (para más detalle ver el enlace: http://carlosdeprada.wordpress.com/toxicos-y-salud/sustancias-conflictivas/bisfenol-a/ ), efectos graves para la salud relacionados con: diabetes, cáncer, crecimiento anormal de las mamas, anomalías en los órganos sexuales masculinos, caída en la producción de esperma, desarreglos en el sistema inmunológico, alergias, problemas cardiovasculares y un largo etc.

Pues bien, después de años de nuevas investigaciones que demostraban esos riesgos para la salud, no ha sido hasta ahora, en el 2011, que la Unión Europea ha prohibido su uso en biberones. Mejor tarde que nunca, pero evidentemente tarde, dado que su uso ya está ampliamente extendido (en estudios realizados en EEUU, estaba presente en el 93% de las personas analizadas).

Conociendo todo esto, y dado que es muy difícil saber si un determinado químico es o no potencialmente peligroso para nuestra salud y la del medio ambiente, creo que la mejor opción es optar por evitarlos, en la medida de lo posible. Yo ya lo hago, por ejemplo en cosméticos y productos de limpieza. Se gana en salud y conciencia, y encima se ahorra dinero. Pero de eso hablaré otro día.

Otros enlaces de interés:



NOLUVA.

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2 comentarios:

  1. Gracias por esta otra entrada que nos siguen abriendo los ojos. Tremendo como juegan/jugamos con nuestra salud...

    Sí, creo que lo mejor será evitar, en la medida de lo posible, utilizar ciertos productos llenos de conservantes, antioxidantes, químicos de cualquier tipo y tener cuidadito con los plásticos, etc.

    La verdad es que da mucho miedo pensar en lo que nos estamos metiendo... y qué poco importa la salud cuando se puede alargar rentablemente la vida de los productos, eh?

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  2. Madre mia que flipe¡¡¡ Entre lo que comemos, lo que tocamos, y lo que respiramos...
    Estoy deseando que hables de como evitar productos quimicos para limpiar y maquillarte y eso.

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